Evidencia científica del yoga y del movimiento en el tratamiento del dolor crónico
La práctica sistemática del movimiento consciente y del yoga favorece mayor tolerancia a la frustración, mejor calidad del sueño, y reducción de sentimiento de aislamiento al fortalecerse los vínculos de apoyo, y al reforzarse la conexión social y comunitaria propia de la práctica grupal del ejercicio físico, movimiento y yoga. Se potencia, así, la resiliencia de la persona que, gracias también al sentirse reflejada y comprendida por otras personas que viven con dolor crónico puede empezar a resignificar su relación con el “dolor crónico”, y con el sufrimiento en general, creando una nueva narrativa desde las que recuperar su poder de elegir crecer, sanar y vivir encarnando un renovado sentido de vida. En este artículo recopila la evidencia científica más importante respecto de la aplicación de la práctica de yoga y de movimiento en el tratamiento del dolor crónico.
Se estima que el dolor crónico afecta al 20 % de la población europea, representando un grave problema de salud pública. A nivel neurobiológico, muchas personas presentan fenómenos de sensibilización central, es decir, una respuesta aumentada del sistema nervioso a estímulos no dolorosos, influida por memorias traumáticas implícitas (Woolf, 2011).
evidencia científica de la aplicación del yoga y del movimiento en el tratamiento del dolor crónico primario y secundario
Numerosos estudios clínicos han demostrado que el yoga puede ser una intervención eficaz para aliviar síntomas relacionados con el dolor crónico, como la fatiga, la ansiedad, la depresión y los trastornos del sueño.
Carson et al. (2010), mediante un ensayo clínico aleatorizado, evidenciaron que un programa de yoga de ocho semanas redujo significativamente la intensidad del dolor, la catastrofización y la disfunción física en personas con fibromialgia. En la misma línea, Mist et al. (2013) concluyó, a través de una revisión sistemática, que el yoga tiene efectos positivos sostenidos sobre el bienestar general en esta población.
Otros estudios, como el de Rhodes et al. (2016), reportan mejoras en la regulación emocional y en los síntomas físicos tras 10 semanas de Yoga Sensible al Trauma (YST). Participantes con fibromialgia reportaron un mayor sentido de conexión corporal, empoderamiento y una reducción del dolor percibido después de la práctica. Estos beneficios se atribuyen a la integración de movimiento consciente, respiración, meditación y trabajo con la conciencia corporal, componentes que promueven la autorregulación emocional y reducen la hipervigilancia somática. Nager Obón (2014) destaca que el yoga, cuando se incorpora como terapia complementaria, mejora la funcionalidad y favorece una relación más compasiva con el cuerpo.
En el contexto del trauma, el yoga adaptado ha demostrado ser especialmente útil para abordar el dolor crónico derivado de experiencias traumáticas. Bessel van der Kolk (2014), referente en este campo, señala que el trauma tiende a manifestarse corporalmente. En su estudio piloto en 2014, un programa de YST aplicado a mujeres con trastorno de estrés postraumático (TEPT) derivado de abuso sexual infantil mostró una reducción significativa de los síntomas de trauma y de dolores físicos persistentes. En su libro El cuerpo lleva la cuenta, documenta cómo el yoga ayuda a recuperar la sensación de seguridad corporal, clave para reducir la hipervigilancia.
De forma complementaria, Dale et al. (2011) hallaron que integrar yoga y trabajo somático en personas con dolor pélvico crónico postraumático disminuyó el dolor, la ansiedad y la depresión en un periodo de tres meses. Emerson y Hopper (2009) también observaron beneficios similares en veteranos con trastorno de estrés postraumático (TEPT) y dolor crónico, como mejoras en la regulación emocional, tolerancia a sensaciones corporales y reducción de la evitación somática.
Por último, estudios como los de Mehling et al. (2011, 2018), Macy et al. (2015) y Streeter et al. (2012) aportan marcos teóricos y clínicos que explican estos beneficios desde la conciencia interoceptiva, la neurobiología del trauma y la regulación autonómica.
En conjunto, estos hallazgos respaldan el uso del Yoga Sensible al Trauma (YST) como una intervención complementaria eficaz, particularmente en poblaciones con dolor vinculado a trauma.
¿Cómo pueden ayudar la terapia, el masaje y la educación somática a las personas que viven con dolor crónico?
A mi consulta acuden personas que buscan liberarse del sufrimiento de años y décadas de dolor persistente y crónico. Aprender a relacionarse con el dolor es un proceso que requiere de coraje, paciencia y mucha autoamabilidad y autocompasión.
En mis sesiones de terapia somática hago énfasis en la importancia de la educación somática. En mi experiencia como practicante y terapeuta el yoga sensible al trauma ofrece un enfoque compasivo, no invasivo y centrado en el cuerpo que puede ser altamente beneficioso para personas que conviven con dolor crónico y patrones de somatización. Los elementos de la seguridad, las opciones, la interocepción, la presencia, la humanidad compartida, la autocompasión y la autoconciencia para la regulación del sistema nervioso, permiten reconstruir la conexión con el cuerpo más allá del dolor, generando resiliencia y permitiendo mejorar la calidad de vida de las personas que viven con dolor crónico.
Además, el masaje somático, la educación somático y la terapia somática ofrecen alternativas complementarias a los enfoques médicos tradicionales, reconociendo el valor de la subjetividad personal y la participación de las personas como agentes activas en su proceso de recuperación y sanación.
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Jorge Cabellos
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